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l turismo no solo significa un
negocio de intercambio mercantil, sino también hay que tomar en cuenta que moviliza personas
causando encuentros entre culturas provocando impactos positivos y también
negativos en las poblaciones locales. Bajo las etiquetas del turismo vivencial
y/o turismo participativo se venden las experiencias de viaje; el escape del
estrés y monotonía laboral de la ciudad, restaurando con ello la psiquis de las
personas de las sociedades industrializadas. La industria turística se adapta a las demandas y las motivaciones
de los viajeros que buscan interactuar con poblaciones rurales.
De ello
resulta un perfil neorromántico de las
personas que hacen turismo, y que se preocupa por la naturaleza y la cultura para preservar lo autóctono y original que
supone el mundo indígena. Así, llegamos al producto del turismo étnico en el
mercado comercial de los viajes.
En ocasiones, los turistas
trascienden las fronteras entre lo sagrado y lo profano; entre lo no permitido en
sus ciudades natales para ingresar en un estado de transición ritual, de
liberación de las normas de las de las
sociedades industrializadas de donde provienen para alcanzar la libertad en los
lugares de destino, aunque solo sea una estancia pasajera. Esta es la otra cara del turismo; la de las
problemáticas suscitadas a partir del encuentro entre dos culturas, dos
sociedades con idiosincrasias y costumbres distintas. Los problemas surgen
cuando se cometen acciones ilegales como la trata de personas, el turismo
sexual y el tráfico de drogas.
También dentro de las mismas comunidades rurales
se suscitan una serie de problemáticas como conflictos de intereses por el
manejo del control del turismo; elitización y diferenciación campesina,
desigualdades en la redistribución de los beneficios económicos y concentración
de poderes.
En relación con los impactos culturales nos hallamos ante otra
controversia, como la folklorización de las tradiciones culturales, la
reproducción de los estereotipos de identidades étnicas comercializando
imágenes del nativo estancado en el pasado. Sin embargo, también el
turismo tiene otra faz, ya que revitaliza la identidad, la participación de las
mujeres en el sector turística, así como la recuperación de tradiciones
perdidas. A ello se suma el rescate del patrimonio, como la artesanía textil;
la agencia política de poblaciones andinas, quienes se apropian de su pasado
histórico con fines políticos. En este sentido, los pobladores son conscientes
que son discursos elaborados para la escenificación de sus identidades para el
consumo turístico.
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